Igual que su hermano S. Junyent, fue un personaje inquieto que cultivó varios campos.
Desde muy joven se dedicó a la escenografía, campo que le dio mucho éxito y que le permitió viajar mucho. Se formó en la Llotja y también fue discípulo de los escenógrafos Fèlix Urgellès y F. Soler i Rovirosa, de cuyo taller fue director. Vivió dos años en París como discípulo del escenógrafo Carpezat, y fue en esta ciudad donde coincidió con otros artistas catalanes, como R. Canals o I. Nonell. Al volver a Barcelona comenzó a trabajar como escenógrafo sobre todo para el Gran Teatro del Liceo (Rambla, 51-59).
Una de las obras más conocidas de este autor son los diseños de las vidrieras de temas wagnerianos para el Círculo del Liceo (Gran Teatro del Liceo), que fueron elaboradas por el taller de A. Bordalba y en las que se observa la estética del Art Nouveau en la que se movía. Hay que decir, sin embargo, que en el campo de la escenografía siguió las directrices de su maestro, de tradición realista.
En 1912 emprendió la vuelta al mundo, que duró un año y, al volver, expuso sus dibujos en el Faianç Català (Gran Via de les Corts Catalanes, 615; desaparecido). Fue en aquel momento cuando comenzó a acercarse a los nuevos ideales del Novecentismo.
En su última etapa se centró en el mundo de la pintura, campo en el que consiguió mucho éxito en todos los ámbitos en los que trabajó.
También hizo algunas incursiones en el mundo literario: desde 1904 colaboró en la revista L'Esquella de la Torratxa y en libros como Roda el món i torna al Born [Recorre el mundo y vuelve al Borne].