El Modernisme en Palma de Mallorca debe contemplarse desde una doble perspectiva. Por un lado, los arquitectos locales desarrollan un lenguaje próximo al Modernisme siguiendo los criterios de sus clientes que deseaban una arquitectura conforme a las corrientes más modernas. Pero, por otro lado, en Mallorca se conservan obras de considerable importancia de tres de los más significativos arquitectos catalanes: Lluís Domènech i Montaner, Antoni Gaudí y Joan Rubió i Bellver.
A principios del siglo XX, Palma de Mallorca es ya una ciudad moderna que ha derruido las murallas y cuenta con un proyecto general de ensanche del ingeniero de caminos Bernat Calvet i Girona aprobado en 1901. Estaban ya en activo en la ciudad un grupo de jóvenes arquitectos que produjeron obras dentro del gusto modernista que, dependiendo del tipo de encargo, alternaban con otros estilos históricos y que conocemos bien gracias a los estudios del doctor Miquel Seguí. Los nombres de Gaspar Moner, Francesc Roca Simó, Guillem Reynés i Font son los más significativos, y dejaron en el centro de la ciudad obras muy notables, como la Casa Casasayas de Roca, con atrevidas formas en la fachada. A estos habría que añadir además el platero Lluís Forteza-Rey que proyectó también originales modelos de fachadas.
Entre los arquitectos catalanes citaremos en primer lugar a Domènech i Montaner que recibió un encargo importante, el Gran Hotel (1901-1903), obra espléndida de madurez del arquitecto, que ejerció una gran influencia sobre los arquitectos locales. Un sentido muy distinto tiene la aportación a la Seu de Gaudí y de quien era entonces su principal colaborador, Joan Rubió i Bellver. Su intervención hay que relacionarla con el papel predominante de la cúpula de la Iglesia mallorquina, que ambicionaba dinamizar la lengua y la cultura catalanas en la isla. El obispo Pere Joan Campins y su vicario general, Mn. Antoni M. Alcover, establecieron vínculos con grupos de cariz religioso del principado, el Cercle Artístic de Sant Lluc y la Lliga Espiritual de la Mare de Déu de Montserrat, dos entidades de las que Gaudí era miembro. Así recibió el encargo de remodelar La Seu, en el que trabajó entre 1904 y 1912. Gaudí contó con un amplio grupo de colaboradores, entre ellos Rubió i Bellver que continuó, a partir de 1912, como director de las obras. Pero la intervención de estos dos arquitectos en la Seu va más allá de una simple reforma con finalidades litúrgicas; constituye un hito dentro de la reflexión sobre las posibilidades constructivas del arte gótico que Rubió desarrollaría, en años posteriores, en sus estudios sobre el gótico mediterráneo.