El clima templado de Argentona y las aguas medicinales de la Font Picant, convirtieron esta villa en uno de los destinos de veraneo más apreciados desde finales del siglo XIX. Poco a poco, las familias acomodadas de Barcelona fueron construyendo lujosas viviendas a lo largo del actual paseo Baró de Viver, que comunicaba el núcleo de la población con la zona boscosa de la fuente. Un tranvía conectaba la villa con la vecina Mataró, donde se podía llegar en el ferrocarril. De modo que, además de un importante conjunto de edificios de gusto ecléctico, encontramos unas residencias modernistas notables.
El conjunto más destacable es, sin embargo, el que forman las obras construidas por Josep Puig i Cadafalch. Puig, oriundo de Mataró, eligió Argentona como lugar de veraneo. Con este fin, adquirió tres antiguas casas de pueblo que integró en una vivienda unifamiliar. Inició su reforma hacia 1897 y las obras finalizaron en 1905. Se trata de un conjunto cerrado por altos muros de paramento blanco coronados por unas almenas de ladrillo y una fachada doble en el lado del jardín que incorpora una galería. Sobre la plaza proyectó una vistosa pérgola de madera verde. El interior conserva un gusto entre ingenuo y rural con vigas simples de madera pintadas de colores claros y materiales populares que combina con los yesos de esculturas ornamentales que Eusebi Arnau había concebido para otras obras del arquitecto. La casa responde a su período más modernista con un cuidado tratamiento de las artes aplicadas y decorativas. También en Argentona encontramos una de las intervenciones que hizo el arquitecto sobre edificios históricos. En el año 1897 restauró y decoró los interiores de la capilla del Santísimo de la iglesia gótica de Sant Domènec.
Muy distinto es el sentido de la gran casona que construyó para la familia del banquero Garí en las afueras de la villa y dentro de un frondoso parque. El origen de la construcción fue la reforma de una antigua casa de payés que convirtió en una residencia acorde con la nueva situación social del propietario. Se trata de una enorme construcción de planta cuadrada de tres pisos, con una torre en un extremo y una galería corrida en la parte superior, toda ella de un gusto entre barroco y medievalizante. Las fachadas están adornadas con bellos esgrafiados y la puerta de acceso está precedida por un gran pórtico que sustenta una tribuna. Los trabajos de los interiores -escultura ornamental, cerámica, estucos, envigados, vitrales y mobiliario- son de una calidad extraordinaria y se encuentran, al igual que todo el conjunto, en perfecto estado de conservación.