Los orígenes de la ciudad de Oradea debemos situarlos a principios del siglo XII, aunque no sería hasta el siglo XV cuando la ciudad experimentó su florecimiento cultural con la llegada de las influencias humanistas y renacentistas. Fue entonces cuando los humanistas italianos dieron a Oradea el sobrenombre de Civitas Felix, la ciudad feliz. En ese mismo siglo, el astrónomo vienés Georg Peuerbach estableció ahí un famoso observatorio astronómico, pero la verdadera belleza de la ciudad la encontramos en los edificios Secession, verdaderos palacios construidos a principios del siglo XX.
La originalidad de su expresión arquitectónica se completa con unas ornamentaciones excepcionales de estuco y de hierro. Este fenómeno artístico tomó forma a principios del siglo XX debido a un fuerte desarrollo económico de la ciudad acompañado de una viva dinámica cultural, que convirtieron Oradea en un importante núcleo del arte y la literatura transilvanas durante la primera mitad del siglo XX.
Una de las expresiones más elocuentes de este crecimiento económico podemos encontrarla sin duda en la arquitectura de la ciudad, donde el perfil urbano fue remodelado por una serie de edificios que presentan la marca específica del arte fin-de-siècle, con unos arabescos que todavía hoy confieren a la ciudad un aire especial, de una elegancia y exuberancia que le han valido el nombre de "Pequeño París". Sobre todo entre los siglos XIX y XX, la excepcional visión artística de numerosos arquitectos europeos reconocidos contribuyó a conformar el paisaje de la ciudad.
Las figuras clave de la arquitectura de la ciudad son Kálmán Rimanóczy hijo (creador del espléndido edificio que actualmente alberga el Ayuntamiento, así como de muchos otros palacios -Moskovits I, Apollo, Palacio Veneciano, edificio del Colegio de Abogados, Palacio del Obispado Grecocatólico), los hermanos László y József Vágó (que diseñaron la que fue la residencia más moderna de Oradea en su época, Darvas, así como también La Roche, Moskovits II y el complejo que se utilizó como escuela de gendarmería), Valér Mende (Residencia Róth, Casa Ertler), Marcell Komor y Dezsö Jakab (seguidores de Ödön Lechner, diseñaron el edificio modernista más impresionante y espectacular de Oradea y de toda Tansilvania, el Palacio Vulturul Negru -"Águila Negra"-, además de las casas Adorján I y II, el Palacio Stern y la Casa Schwartz), Franz Löbl (Palacio Ullmann), Ferenc Sztarill (Casa Poynar, Hotel Astoria), Zoltán Bálint y Lajos Jámbor (Palacio Fuchsl), György Tarr (Palacio Darvassy), entre otros.
Las nuevas ideas que llegaban de París, Viena, Bucarest o Budapest encontraron en Oradea un espacio óptimo en la época y fueron conformando el gusto por la cultura europea de los habitantes locales. Actualmente Oradea es un centro cultural y espiritual consolidado, con una larga y prestigiosa tradición, una ciudad cosmopolita, multiétnica y multiconfesional. La belleza de estas imágenes atraerá sin duda la atención de aquellos interesados en la arquitectura y las prácticas culturales internacionales, todas ellas conectadas a un patrimonio común de un valor extraordinario.