Zamora vivió un período de esplendor en el siglo XII, época de la que data su importante patrimonio románico. En contraposición, su ulterior devenir histórico estuvo presidido por una evidente atonía. Sin embargo, en el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX, empezó a despertar del letargo y experimentó una expansión, fruto del desarrollo de la industria harinera. Esto coincidió con una generación de arquitectos de talento que fueron los artífices de edificios notables, entre los que hay obras de arquitectura del hierro, neomedieval, ecléctica, regionalista y modernista. De entre todos ellos sólo uno, Segundo Viloria, era zamorano. Los restantes, el barcelonés Francisco Ferriol, el abulense Gregorio Pérez Arribas y el madrileño Antonio García Sánchez-Blanco, llegaron allí al acceder a la condición de funcionarios.
Ferriol, titulado en la Escuela de Arquitectura de Barcelona en 1894, fue el responsable de la introducción del Modernismo en Zamora. Desde su llegada en 1907 hasta su partida en 1916, proyectó un buen número de inmuebles modernistas, cuya vistosidad impactó a algunos de sus colegas. No obstante, este estilo tuvo allí una vigencia limitada, pues apareció plenamente en 1908 y se extinguió hacia 1918.
Las obras de Ferriol tienen una estrecha relación con parte del Modernisme catalán y se caracterizan por la verticalidad y un rico repertorio de motivos vegetales, dispuestos en los recercos y antepechos de los huecos y en los montantes de las puertas. Edificios como el situado entre la ronda de la Feria y la carretera de Sanabria (c.1912) son un buen exponente de su planteamiento ornamental. En algunos casos las decoraciones aparecen potenciadas por la policromía, tal como pone de manifiesto la vistosidad de la Casa Macho (1914) en la plaza de Sagasta. Además, en sus obras se aprecia la influencia de la Casa Calvet (1898) de Gaudí, sobre todo en la tendencia a introducir remates ondulantes, cosa que ratifican las casas Aguiar (1908) en la plaza del Mercado, Matilla (1911, ampliada en 1915) de la calle Santa Clara, que además conserva una rica decoración modernista en el portal, o la Gato (1912) en la confluencia de las calles Nicasio Gallego y Ramón Álvarez. Otra característica suya son los elementos circulares o cuadrados, inspirados en la heráldica catalana, dispuestos en los cuerpos altos de los inmuebles con objeto de que sirvieran para iluminar los desvanes, tal como ocurre en la citada Casa Gato. Las líneas ondulantes de las cornisas también están presentes en la carpintería, como ocurre en una casa de la calle Orejones (c. 1915), que también incorpora cerámica en la fachada.
Frente al poso catalán de la producción de Ferriol, otros edificios modernistas de la ciudad están aderezados con detalles secessionistas como los típicos péndulos y discos, mezclados con otros modernistas. De ello queda constancia en las casas de Félix Galarza (1909) y Francisco Antón Casaseca (1913), ambas en la calle Santa Clara.